Adrenalina de más

lunes, 14 de diciembre de 2009


Me ha llevado muchos años lograr distanciarme de lo que ahora repudio. Aunque tampoco es tanto tiempo si rescato momentos concretos de mi ineficaz memoria, todo parece más cercano cuando lo asociamos a emociones más que a lugares o hechos. Al principio,como todo en su origen, solemos simpatizar más con el instinto, pues es quien nos regala todo lo prohibido sin pedir nada a cambio, quien nos invita a vivir y no a observar, el que nos hace sentir grandes. La conciencia llega más tarde, y no recibe tan agradable bienvenida, tiene que ir haciendose hueco hasta poder, algún día, ser quien domine los sentidos. El problema comienza cuando ese día no llega, o lo hace tarde. En mi caso creo que ese día ya llegó, aunque no marca una franja perfectamente nítida, y a veces dudo si la he traspasado o no.

En algún momento de mi vida hice uso de ella, como todos, cuando todavía no comprendía la magnitud de mis actos, pero conseguí apartarla del camino razonablemente pronto. Y conseguí hacerlo cuando la sensación que me provocaba cambió de ácida a amarga, la adrenalina se convirtió un día en hiel. El corazón ya no se me aceleraba al experimentar o al contemplarla, sino que cambiaba de ritmo de forma brusca, con un golpe, ralentizándose. A continuación todo era desprecio e incomprensión, ese odiado sabor tan amargo.

Ahora, entre iguales, cuando huelo la excitación ante un espectáculo semejante, me viene de nuevo ese sabor, provocado esta vez por el asombro ante paladares de cartón. Y no importa que dependa de si llueva, hiele o nieve, que si un caso, que si dos, que si merezca o desmerezca, llega un día en que hay que abrir los puños para transformarlos en manos, dejando atrás una de los pocas taras innatas de nuestra especie.

0 comentarios:

Powered By Blogger

Buscar este blog

  © Free Blogger Templates Nightingale by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP